jueves, 18 de mayo de 2017

HISTORIA DE UNA FLAUTA

I.- UNA CAÑA EN EL CAÑAVERAL

Yo era sólo una caña.
Había crecido como las demás en el ambiente húmedo y apacible de la orilla del río.
Pero mi vida no tenía mucho sentido.
No era ni árbol frutal que alimentara a pájaros y niños, ni rosal que llenara de color y aromas los altares y las novias.
Sólo una caña hueca a menudo agitada por el viento, confundiendo la vida con el movimiento, aunque a veces… sonaba en mí como música la brisa.


Alguna vez… sentí envidia y me puse a soñar, cuando se acercaba al río el pescador y yo quería ser su caña de pescar.
Pero yo sólo era una caña vacía, sin fruto y sin futuro, en el cañaveral.

Un día de verano se acercó el joven pastor hasta la orilla entre silbos y cantares.
Y me tomó en su mano, y, arrancándome del lodo y el aburrimiento, me llevó a la sombra de la encina, donde las ovejas descansaban.
Me acarició limpiándome el barro adherido y con su navaja de partir el pan fue haciéndome a su medida, cortándome lo sobrante, puliendo lo tosco y desabrido, abriéndome agujeros, vaciando mi vacío, dejándome yo hacer al tacto de sus dedos, sin ya no poner reparos, sin miedos, ni recelos.


Y me probó en su boca dándome el primer beso verdadero, y para hacerme a sus labios, me fue recortando en un extremo, probando y volviendo a probar mi ajustamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario