viernes, 8 de abril de 2022

DOMINGO DE RAMOS

 La pasión de Cristo es como un resumen de la humanidad entera, con todos sus vicios y virtudes. En Judas están los celos y la avaricia. En Caifás, la soberbia y el odio. En Pilato, la cobardía y las medias posturas. En Herodes, la frivolidad y el cinismo. En la multitud, el borreguismo y la violencia. Entre todos trenzan este proceso miserable. Cada uno lucha por sus propios intereses y trata de salvar lo mejor posible las apariencias y mantenerse dentro de la legalidad. Quieren acabar con un inocente incómodo, tratando de que los otros asuman la responsabilidad.

Cerca de ellos está Pedro, con su fanfarronería y sus negaciones, y la ausencia, más que prudente, cobarde, de los que disfrutaron con la palabra, los milagros y la amistad de Jesús.

En la Pasión también encontramos las lágrimas y la piedad de María la Virgen, la fidelidad y el amor de María Magdalena, la ayuda del Cirineo, la valentía de la Verónica, la compasión de las mujeres de Jerusalén, la confianza del buen ladrón, la conversión del centurión romano al ver cómo muere Jesús...

En medio de todos, está Jesús, fiel a la misión recibida, asumiendo una pasión terrible para traernos a todos la salvación, la felicidad más grande; perdonando a los que le hacen daño, confiando en Dios Padre.

Y, aunque nadie lo vio, ahí estaba también Dios Padre, llorando porque sus hijos habían matado a su Hijo; preparando la resurrección del que había dado su vida, para que todos tuviésemos más vida.

Que en estos días de Semana Santa, la Pasión sea la escuela donde aprendamos, al menos, a:

                        - reconocer nuestros pecados, que hacen sufrir a gente inocente

                        - fortalecer nuestro compromiso de luchar contra el mal con la única arma del amor

                        - y agradecer lo que Cristo hizo por ti, por mí, por toda la humanidad.

S.H.

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