I
Gracias
a todos por vuestra presencia y más en estos días de vacaciones y de
convivencia familiar. Vuestra presencia nos da a entender que somos familia.
Gracias a Cáritas Diocesana de Huesca,
que nos quiere acompañar esta noche a través de D. Felipe Munuera, director y D.
Jaime Esparrach, secretario. Para nosotros es muy importante vuestra presencia,
porque como responsables de Cáritas Diocesana sois también responsables de
nuestro proyecto Conques.
Me vais a permitir, aunque me extienda
un poco, y aunque alguno de los presentes o ausentes contaría la historia de
otra manera, que os la relate en grandes pinceladas. No con mi experiencia,
sino con lo que Félix Rufas escribía con motivo de una invitación a una Jornada
Diocesana de Jaca. (Jaca, 4 – 10 – 2003)
Donde estamos. Quienes somos. Qué hacemos:
Estamos en Monegros y dentro de esta
extensa comarca se sitúa la zona o arciprestazgo, formado por 28 parroquias,
que hoy conforman 3 unidades pastorales o parroquiales. Los habitantes son unos
12.000. Los núcleos de población se distribuyen así: 1 tiene poco más de 3.000,
2 entre 1.000 y 2.000, 7 entre 300 y 700, 18 menos de 300.
Actualmente hay 7 curas, dos comunidades
de religiosas y un número no cuantificable pero sí comprometido de seglares,
principalmente mujeres, que atienden la pastoral.
Situados ya sobre el terreno vamos a
hacer un recorrido histórico de esta experiencia pastoral.
Corren los años 50 cuando empieza el
desarrollo de Monegros, lugar estepario, casi desértico. Al conjuro del agua
que, por fin, llega a estas tierras desde el río Gállego y después del Cinca
por el canal llamado de Monegros, van surgiendo acequias, carreteras y tierras
que se riegan. Al mismo tiempo se construyen nuevos pueblos, diseminados a lo
largo y ancho de estas tierras redimidas. Son los pueblos de colonización. En
nuestro arciprestazgo son 9. A ellos acuden, son los años 60, gentes venidas de
toda la geografía española: de nuestro Pirineo, de la ribera del Ebro y del
Jalón, de los pueblos del mismo Monegros, de otras regiones de España que
principalmente trabajan en las empresas que construyen las infraestructuras y
ven la posibilidad de estabilizarse y reconstruir aquí sus vidas y de otros que
solicitan y obtienen el acceso a una casa y a un lote de tierra.
Estas tierras empiezan a ser útiles.
Ven correr el agua sin necesidad de mirar al cielo. Se aseguran las cosechas,
se incrementa la producción, van haciendo cultivos nuevos.
Y la gente que las cultiva va
adaptándose a nuevos trabajos, a nueva mentalidad, es otra vida. Son los de la
tierra y los que van llegando. Los primeros con el bagaje de su cultura,
tradiciones, costumbres. Los segundos, al abandonar su ambiente y su pueblo,
rompen con todo lo que les ataba y tienen que adaptarse a esta, para ellos,
nueva tierra.
Es para todos ellos una travesía del
desierto. Hay que dejarlo todo. Se rompe con lo de siempre. Las dificultades de
subsistencia, de adaptación, de convivencia entre vecinos y la relación entre
pueblos viejos y pueblos nuevos tienen sus dificultades. Muchas de estas
tierras no rinden como se esperaba. Los gastos son muchos y los beneficios
menos. Algunos abandonan. Los más apoyan su economía en otras actividades:
ganadería estabulada, empresas ajenas a la realidad del campo porque trabajar
la tierra no da para todos, etc…
Hay grupos sensibles a estos fenómenos:
curas, monjas y seglares que detectan esta realidad. Corren los años 60 y ven
la posibilidad de acompañar y ayudar a esta gente. Se proponen desde el
análisis y la reflexión un objetivo, casi una utopía: Construir Zona, Construir
Comunidad Cristiana en la Zona.
Y con él otros objetivos operativos:
·
Potenciar el espíritu
asociativo y comunitario
·
Potenciar la colaboración
entre los pueblos y la comarca
·
Promocionar el
voluntariado, su formación y organización
·
Desarrollar la animación
socio-cultural en la comarca
·
Recuperar los valores
populares y revitalizar la cultura popular
·
Integrar a las personas, a
los pueblos y organizaciones en la vida activa de la comarca
·
Desarrollar el sentido
crítico de la realidad
·
Compartir solidariamente
los gozos, esperanzas y aspiraciones de los pueblos y de la comarca
·
Fomentar una Iglesia
encarnada y evangelizadora
Con estos principios orientativos los grupos nos pusimos a caminar, en
primer lugar, con una atención preferente a los niños y jóvenes, muy numerosos
en aquellos primeros años. Pronto vimos que no era suficiente la educación en
cada escuela, la formación dada en la catequesis de cada parroquia, las
actividades lúdico-deportivas en cada pueblo. Había que buscar y encontrar
criterios comunes compartidos por las parroquias de los que surgieran
programaciones comunes y compartidas respecto a la misma catequesis, la
formación de catequistas y con el tiempo de monitores.
Así surgió la idea, que muy pronto se hizo realidad, de hacer posible
una colonia de verano como medio de integración de niños, de jóvenes, de sus
familias y de los pueblos de la zona. En los primeros años 70 empezamos la
colonia de Conques, en el Valle de Benasque.